lunes, 17 de septiembre de 2018

Educación como Derecho



El tema de la educación como derecho parte de la idea de “pensar a los derechos” desde la perspectiva histórica en la que se desarrolla. De este modo entendemos que la existencia de los derechos nace de un proceso de positivación. Ser conscientes de este proceso otorga, la visión de la realidad antes de sus orígenes, sino también su aspecto más relevante, la continuidad de este proceso en el tiempo.

Históricamente, el principio de este proceso se encuentra en las revoluciones liberales del siglo XVIII (La revolución Francesa, con la consecuente declaración de los derechos humanos y la Norteamericana; la constitución del estado de virginia, entre otros). En este momento se consolidó la noción de igualdad de los hombres ciudadanos. 
También está vinculado con  el surgimiento del  “iluminismo” como la fundamentación filosófica desde la igualdad que, a diferencia de la filosofía de la edad media, la razón existente en todo hombre (desplaza a Dios como fundamento) y otorga la libertad. 
Asimismo se declara  que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos” (Primera declaración de los derechos humanos). La primera generación del proceso sostiene la igualdad a nivel político y civil. Por otra parte se mantiene una corriente subyacente liberal desde el lema “libertad, igualdad y propiedad”, siendo la última la base de este sistema (véase blog  Neoliberalismo).
Desde este punto se puede empezar a encontrar la idea de proceso en los derechos porque, como ya se había mencionado antes, los derechos “libertad, igualdad y propiedad” es solo para los considerados hombres ciudadanos. En otras palabras, los derechos en esta época no marcaron ni los hombres de otras razas (en consecuencia, surgieron las revoluciones en contra del racismo)  ni mucho menos las mujeres. El término hombre se utilizó como sinónimo de humanidad pero  en la práctica esa humanidad se redujo a “hombres blancos propietarios de”. Así, una gran parte de la sociedad era excluida de las libertades y derechos, tales como la educación. El padre de familia ciudadano tenía dominio jurídico, político y económico, mientras que la mujer no se consideraba con las aptas facultades mentales por lo que necesitaba de un tutor legal (padre o marido) y los niños eran nada más que niños conocidos también como propiedad del hombre (Charla de derechos humanos con perspectiva de género).
En la segunda  generación surgió una perspectiva más económica, social y cultural, gracias a una serie de revoluciones: las revoluciones contra el  racismo, las feministas (como la declaración de derechos humanos narrada desde el femenino), las sindicales, etc. Se ganaron  derechos en el ámbito laboral, en la salud y en la educación. 
Las luchas liberales norteamericanas (entre ellas las sufragistas), fueron tapadas por la primera guerra mundial, sin embargo, dado la falta de mano de obra se “abrió” camino a la introducción de la mujer en el mercado laboral. De todos modos, siguió siendo una figura de uso sexual y procreadora en las relaciones matrimoniales 
Más tarde en los años 60, surge las nociones del amor libre y las luchas contra el capitalismo en la que se incluyó (no de forma paralela) la lucha contra el  modelo patriarcal, dado que solo si desaparecía el capitalismo “desaparecerían todas las desigualdades” (entendiendo el origen de la opresión en la propiedad privada siendo esta las mujeres). 
Desde esta perspectiva los derechos se resaltan los procesos de las luchas para el acceso  a los bienes necesario para vivir. Una vida digna es el objeto de las luchas, ejerciendo los derechos sin importar la clase social, el género, la etnia o la edad. 
Por último, en la tercera generación, priman  los derechos y la solidaridad, la paz, el medio ambiente sano y el desarrollo).  Prospera la educación como derecho: como un proceso lento y difuso en el cual las mujeres van adquiriendo participación desde la primaria hasta la universidad (en un principio vestidas como hombres y sin título hasta los movimientos de la liberación de las mujeres) .  Se reconoce a los niños en la escuela, no como una institución de encierro y para evitar la delincuencia, sino como sujeto de derecho que el estado debe garantizar. 


Licenciado Rinesi
¿La educación, es un derecho humano universal?
El autor considera que no, en tanto no se piense a los estudiantes como sujetos de derecho idénticos para explicar esto  Rinesi argumenta. La Inclusión, hace referencia a los que están excluidos y se quiere traer, nos da lugar a pensar en lo que es diferente capital cultural, diferente capital simbólico, diferente poder adquisitivo. Todo esto, para Rinesi no debe ser una excusa para explicar por qué algunos fracasan y otros no. En cambio, si pensamos desde el derecho,  el supuesto desde el que se parte es la igualdad.
Cuando hablamos de igualdad en la educación. ¿De qué hablamos?
Somos idénticos porque todos poseemos inteligencias, todos poseemos capacidades, el tema es como los educadores se paran frente a esas igualdades. Nosotras entendemos que no significa que se dejen de reconocer las diferencias, el problema es cuando se centra la atención solamente en ese aspecto. Siguiendo con Rinesi, lo que nos iguala a todos los seres humanos es la ignorancia sobre el mundo y no el conocimiento que poseamos, partiendo de ese supuesto es que nos vemos a nosotros mismo desafiados con nuestra capacidad de lidiar con esas inteligencias y esas capacidades, es así que  somos responsables de que los estudiantes puedan ejercer efectivamente el derecho a la educación. Nosotras creemos que es en todos los niveles del sistema educativo donde debe estar puesto el acento, dejando de lado el argumento de lo que no se adquirió en el nivel anterior hace imposible que se lleve a cabo el siguiente.
Para nosotras Rinesi hace una fuerte declaración al decir que el estado somos nosotros. Somos nosotros los que les vamos a dar la posibilidad de hacer efectivo el ejercicio de derecho a la educación.
Pineau coinicide con Rinesi, quién cita a Gabriela Frigerio afirmando que la educación:
                “se rebela y se resiste a ser cómplice de transformar las diferencias en desigualdades”
Para esto hay que superar el viejo dispositivo de la imposición homogeneizante que tenía la educación, es así que el autor sostiene que la igualdad no es un fin a conseguir. Nosotras agregamos "no debe ser un fin a conseguir, sino un punto de partida, no el resultado final sino que debe estar siempre por delante"





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